Relatos, literatura, literatura latinoamericana, Ana Abreg, escritora argentina, metaliteratura, revista de literatura.
Andaba por ahí, gimiendo como lechiguana, porque se me había roto la maquinita de coser, pequeñita, cómoda (me gusta arreglar mi propia ropa o hacérmela; qué sé yo, a otros se les da por perversiones más imprudentes), de un solo punto ella y el resto salido de mi imaginación. Ayer, entre mis dos hermanos me regalaron una espectacular, que vino con imaginación incluida.¡impresionante!, así me pasé la noche picándole el seso a los vecinos probando el artefacto. Le recomiendo la actividad a todo vicioso que se come las uñas o que fume; no es que me hubiera salvado a mí de esos estropicios, no disfruto de ninguno de los dos, pero como he cambiado tantas veces de personalidad, no me arriesgo a conjeturar que no me sirva de mi propio consejo. El escándalo en el que me asumo es el de leer manuales, ya la conozco como si la hubiera diseñado yo misma. No dejo de admirar al genio de Singer que ha ido perfeccionando cada movimiento, cada detalle, el espacio, el olor, los más de 100 puntos y formas de bordados que probé y nunca usaré, porque no me gustan los bordados. Me gasté un carrete de hilo completo, eché a perder una sábana o concebí una obra posmodernista, según quién la vea. Hice cuentas y me salió más barato que una sesión de psicoloco. Qué sé yo, hay gente que se le da por la falopa.