La ciencia de la prospectiva trata de prever lo que será factible en el futuro, para ello, la especulación se basa en las posibilidades que la imaginación despliega en el hoy.
Lo que puesto en palabras suena hasta ridículo, la generación que nació en este siglo, nativos tecnológicos que le llaman, serán los que construyan ese futuro que nosotros creemos que podemos imagina hoy.
A pesar de todo, todo eso que existirá se basa en condiciones y conductas que se conocen hoy, con mucha mayor precisión que la generación que inventó todos los dispositivos que hoy usamos, de los cuales probablemente dependemos y que ha desarrollado conductas, comportamientos, en casi todas las áreas, tanto de conocimiento como las comerciales, que son a su vez las que retroalimentan el sistema.
Los niños que hoy manejan los dispositivos a su alcance, están siendo adiestrados como consumidores de sus necesidades del futuro.
Es muy curioso, porque mientras la generación de nuestros padres se preparaban en el lapso que va desde la primaria hasta la universidad para lo que hará en el futuro, la impresión actual es que nada de lo que hacen los chicos con la educación de hoy los prepara para un futuro en donde no parece que existirán ni los dispositivos actuales, ni las habilidades que desarrollan en ellos.
Los chicos, juegan con los mismos juguetes, quizás más sofisticados, que los adultos vemos hoy, autos, aviones, soldados, pero en el futuro, quizás no sea necesario aprender a manejar, ni luchar en guerras usando el cuerpo.
Para cuando los niños estén en edad de aprender lo que nosotros necesitamos aprender para desarrollar nuestra vida, hoy, no será necesario aprenderlo.
Esto incluye aspectos tan específicos como el lenguaje, por ejemplo.
Hoy mismo es común que se puedan hacer consultas técnicas a cualquier servicio de cualquier país del mundo, sobre cualquier tema, pues mientras escribimos o hablamos en nuestro idioma natal el receptor puede estar leyéndolo en su propio idioma, los traductores hacen el trabajo por nosotros.
Recuerdo que hace un tiempo se hablaba que la evolución del televisor, sería el TV 3 D, esa situación ya ha llegado, sin embargo, una idea alternativa, presentada por los chinos, levanta la apuesta, el televisor sin densidad, que no ocupa lugar.
La pantalla sería una fina película de agua que cae desde un caño adosado al techo, que despliega una cortina de agua tan fina, más que los poros de las personas, que lo pueden atravesar sin mojarse. Ya hay carteles de publicidad con esta tecnología, no faltará mucho para que se conecte a señales de tv.
Como este, muchos ejemplos, hacen que sintamos que ninguna educación actual, prepara a los niños de hoy para las actividades que usarán en el futuro.
Hoy nos ven aprender a manejar, usar pedales, palancas, y volante, pero el auto del futuro no tendrá nada de eso, será automático, y ya hay empresas como Google, Mercedes Benz o Nissan que tiene prototipos sin conductor, por lo tanto sin volante o frenos o palancas, sólo computadoras preparadas para llevar el conductor a destino con control del entorno.
Las innovaciones que se están diseñando parecen salidas de películas futuristas y nada cae en el saco de los descabellado o imposible.
Si alguien lo imaginó para filmarlo, es posible diseñarlo, es una de las cosas que nos enseñaron los programas de TV, hoy antiguos, como Viaje a las Estrellas, por ejemplo, que futurizó con los dispositivos móviles.
Y la cosa se desmadra en relación que no podemos siquiera medir, el celular más económico incluye tecnología más sofisticada que la que se usó en la primera sonda que se envió al espacio.
El escenario actual de propuestas para la evolución hacia el futuro, no parece ser algo que podamos percibir, los simples usuarios, mucho menos podemos formar a nuestros hijos para ese futuro.
La paradoja es entonces que la educación actual, sirve sólo para un presente que irá cambiando diariamente.
Si antes los niños se preparaban para el futuro, ese concepto hoy no tiene mucho sentido, cualquier habilidad que los niños aprendan hoy, será obsoleta mañana.
Ese mañana que ni siquiera tenemos elementos para imaginar hoy.