Traidores y héroes soplones 8/30/2023
Danilo Albero Vergara Escritor argentino
Literatura latinoamericana, ensayos literarios, relatos, literatura hispanoamericana

Hace poco menos de dos años, incursioné sobre este tema fundante de la literatura; antigua singladura de felones que empezó con la llegada de las cóncavas negras naves a IIión para vengar la alevosía del huésped que sedujo a la esposa de su anfitrión para huir con ella, y los tesoros, del cornudo. De allí en más, zarpó gran parte de la tragedia griega: las derivas de Jasón y la sucesión de traiciones que siguieron a la de Medea; Teseo abandonando a su salvadora que le había dado el hilo para poder salir del laberinto. Y antes, un tema caro al judeo cristianismo, desde los hermanos de José, a Dalila, a Judas.

Pero, cuando de traidores trata, burla burlando siempre puede aparecer una variante que, como el hilo de Ariadna, ayude a entrar y salir de ese nuevo laberinto.

Todo empezó con la búsqueda de películas clásicas que Marcos puede llegar a tener en su cueva de Alí Babá del videoclub. Una perla de 1935 del mítico John Ford y que cosechó cuatro premios Oscar, El delator. Leer el argumento y el nombre del protagonista -Gypo Nolan- fue un llamado para verla. La historia es, para los frecuentadores de Borges, conocida, ya que usa el mismo apellido en su relato. En el caso de la película, Gypo es desempleado que, por su afición al alcohol, es expulsado del Ejército de Liberación Irlandés, sueña con viajar a Estados Unidos en compañía de su novia, Katie. Seducido por la recompensa que ofrecen las autoridades inglesas, Gypo delata el paradero del líder del IRA, viejo amigo y compañero, que es asesinado por los ingleses.

En El delator ya aflora la impronta de estilo de John Ford, mezclar en el relato referencias literarias -entre otras, Bola de Sebo de Maupassant, tras cuyas huellas se desarrolla La diligencia-. Acá tenemos, con cada jirón en la niebla de Dublín, un nuevo panorama, cortinas de otros escenarios donde “un traidor puede destruir un ejército”; o de personajes, “para un delator es fácil jurar en nombre de Dios”; clara referencia al líder del IRA como el Mesías de la patria oprimida y su amigo, Judas.

El giro dado en “Tema del traidor y del héroe”, está en la manera como muere Nolan en Dublín y con una diferencia cronológica -2 de agosto de 1824, 98 años antes que Gypo, y esto hace a la estética de Borges- que es ejecutado por su delación, pero, a propuesta suya, será disfrazada de asesinato; aparecerá en la historia como el héroe de la lucha del IRA víctima de un atentado en un teatro, como Abraham Lincoln. Semejanzas que me hicieron ir tras de una faceta de Borges que ignoraba y otra, de Hugo Pratt, la segunda búsqueda la tenía clarísima y se remontaba a 1975. La primera no. ¿Borges habría visto la película? Navegué por laberintos de la Web, búsqueda exitosa, aunque sin hilo de Ariadna.

Borges vio El delator, el año en que se estrenó e hizo una reseña en el número 11 de Sur (agosto de 1935). Cito dos párrafos que ya indican su futuro estilo ficcional; el primero: “…lo juzgo de los mejores films que nos depara este año… Ignoro la frecuentada novela de la que fue extraído este film; culpa feliz que me ha permitido seguirlo, sin la continua tentación de superponer el espectáculo actual a la recordada lectura”. El segundo párrafo anticipa el futuro procedimiento de Borges para ambientar la geografía de sus relatos: “…las calles son demasiado típicas, demasiado europeas. Es innegable que una calle de Dublín no es absolutamente igual a una calle de San Francisco, pero se parece más a esta última -por ser auténticas las dos- que a un evidente simulacro, abarrotado de cargoso color local. Las diferencias locales parecen haber impresionado más a Hollywood que el parecido universal”. Para concluir: “De las tres unidades trágicas, dos han sido observadas, las de acción y de tiempo; la negligencia de la tercera, la de lugar, no puede ser motivo de queja”.

En junio de 1975, en la revista Skorpio, número 10, me crucé con Hugo Pratt, cuyas historietas leía desde la primaria, ahora con una nueva aventura de Corto Maltés “Concierto para arpa y nitroglicerina”. Allí se cruzaron coincidencias, porque entre diciembre del ‘74 y enero, fueron vacaciones sin materias para rendir en la universidad y las pasé sumergido en las primitivas Obras Completas, de Borges -dicho sea de paso obras totalmente “incompletas” y distantes de las editadas y anotadas por Costa Picazo-, casi mil doscientas páginas con tapas de tela verde y sobrecubierta de papel del mismo color que todavía conservo, junto con -eso creí hasta antes de ayer- el Skorpio número 10.

“Concierto para arpa y nitroglicerina”, como El delator, transcurre en Dublín en 1922 -me pregunto al momento de escribir estas líneas si Hugo Pratt vio la película- y el mártir es Pat Finnucan, delatado por el traidor O’Sullivan, desertor de IRA y ahora oficial de las tropas inglesas. Sean, hermano de Pat, asume la jefatura del grupo rebelde. De esto se entera Corto Maltés que ha traído en su barco armas para el IRA. Pero con el avance del relato resulta que Pat Finnucan era el traidor, y el traidor O’Sullivan, el verdadero héroe, que se había infiltrado entre los ingleses y así pasarle información al IRA.

O’Sullivan es descubierto y ejecutado por su jefe inglés. Por decisión propia ha resuelto permanecer para siempre como el traidor, sin reivindicación ante la historia. Además, está la inquietante y pecosa activista Banshee, viuda de Pat con quien se ha casado luego de largar a su prometido O’Sullivan por pasarse al bando contrario. Y la inesperada propuesta final de Corto Maltés a “pecas Banshee”, con una despedida como la de Rick e Ilse en la película Casablanca.

La sorpresa final, el Skorpio número 10, sobreviviente del exilio en Brasil y nuestro regreso, no está donde supuse que debería estar, lo recuerdo en un folio plástico y con la tapa rasgada.

El hilo de Ariadna, que no me pudo asegurar salir del laberinto cuando busqué la reseña de Borges de El delator y mi aprendizaje de su familiaridad con el cine, esta vez, me ayudó a regresar de un lugar inesperado que tenía en mi marcador de sitios web -como en “La carta robada” lo buscado está en el lugar ostensible-, el feérico sitio web de Ahira, Archivo Histórico de Revistas Argentinas.

Ayer pude bajar el pdf de Skorpio número 10 y releí la historieta de Hugo Pratt La deriva desde El delator, a la reseña sobre ella, al cuento resultante, hasta la historieta, confirma lo que intuí cuando terminamos de ver El delator y ya pensaba en esta nota.

Burla burlando, la mejor de las tres versiones es “Concierto para arpa y nitroglicerina”.

 





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