Orwell. Usted y la bomba atómica 1/13/2020
Danilo Albero Vergara escritor argentino
Literatura latinoamericana, relatos, ensayos literarios

Si Gardel “cada día canta mejor”, se puede certificar que “Orwell es cada día más contemporáneo” -cualquier duda, remitirse a Rebelión en la granja y 1984-, hoy se vuelve a hablar de “guerra fría”, término acuñado por él en 1945 -como ya aclaré en Orwell y la guerra fría- en el artículo “Usted y la bomba atómica” cuya traducción va a continuación.

Hoy, sábado 11 de enero de 2020, leo en El País una nota firmada por LLuís Bassets - que parece una coda de Orwell- titulada: “Si usted tiene una bomba atómica”. Me parece interesante citar el comienzo de la columna de Lluís Bassets: “Si usted tiene una bomba atómica en casa, lo mejor que puede hacer es esconderla y jamás entregarla, por mucho que se lo rueguen las instituciones internacionales, se lo exijan superpotencias armadas hasta los dientes o se lo pida de rodillas el Papa de Roma”, vale la pena leerlo.

Orwell es cada día más actual y la guerra fría hacía mucho que no estaba tan caliente. Les adjunto la primera parte de mi traducción “Usted y la Bomba atómica”.

 

 

Usted y la bomba atómica

 

Si consideramos lo cerca que estamos de la posibilidad de volar en pedazos por su causa, en los próximos cinco años, la bomba atómica no ha provocado tantas discusiones como era de esperar. La prensa ha publicado innumerables diagramas -muy poco esclarecedores para un lector común-, de protones y neutrones haciendo lo suyo, se ha reiterado, inútilmente, que la bomba “debería ser puesta bajo control internacional”. Pero, curiosamente poco se ha informado -por lo menos en la prensa- sobre un tema que es urgente para el interés de la humanidad a saber: ¿cuán difícil es fabricar una de esas cosas?

La información, sobre lo que sabemos de la bomba atómica, ha llegado de manera indirecta a propósito de la decisión del presidente Truman de no transferir secretos a la Unión Soviética.

Algunos meses atrás, cuando la información era todavía un rumor, existía el convencimiento generalizado de que la división del átomo era sólo un problema de los físicos y que, cuando lo resolvieran, un arma nueva y devastadora estaría al alcance de cualquiera -según este rumor, en cualquier momento, desde su laboratorio, tan fácilmente como si encendiera un fuego de artificios, algún lunático solitario podría hacer volar en trizas la civilización.

De haber sido cierto, toda la dinámica de la historia se habría alterado abruptamente. Las diferencias entre grandes y pequeños estados habría sido eliminadas, y el poder del estado sobre el individuo se habría debilitado. No obstante, según dejan entrever los comentarios del presidente Truman -y sobre el tema se han hecho muchas comentarios-, la bomba es extraordinariamente cara y su fabricación demanda un esfuerzo industrial, que sólo tres o cuatro países en el mundo están en condiciones de llevar a cabo. Este aspecto de importancia cardinal, porque significa que la invención de la bomba atómica, lejos de revertir la historia, simplemente intensificaría la dinámica que se han evidenciado en los últimos doce años.

Es un lugar común que la historia de la civilización es, en gran parte, la historia de las armas. En particular, ha sido señalado, una y otra vez, la relación entre la invención de la pólvora y el derrocamiento del sistema feudal por parte de la burguesía. Y aunque no tengo dudas de que se pueden agregar objeciones, pienso que la regla siguiente se puede considerar válida: las épocas en que el arma dominante es difícil de fabricar, o costosa, tienden a convertirse en períodos despóticos; mientras que, cuando el arma dominante es barata y de simple fabricación, el hombre común tiene más chances. Así, por ejemplo, tanques, acorazados y bombarderos, son armas intrínsecamente tiránicas; mientras que, rifles, mosquetes, arcos y granadas de mano, son intrínsecamente democráticos. Un arma compleja hace más fuerte al fuerte, mientras que un arma sencilla -siempre que no tengan retaliación- le dan garras al débil.

La gran era de la democracia y de las autodeterminaciones nacionales fue la época del mosquete y del rifle. Después de la invención del fusil con llave de chispa, y luego de la invención de la cápsula fulminante, el mosquete era un arma muy efectiva y, al mismo tiempo tan sencilla que podía fabricarse en cualquier lugar. Esta suma de características posibilitó el éxito de las revoluciones francesa y norteamericana e hizo que cualquier insurrección popular fuese más seria de lo que podría ser en nuestros días.

Después del mosquete vino el rifle de retrocarga. Comparativamente era más complejo, pero todavía podía ser producido en muchos países; era barato, fácil de contrabandear y de munición, económica. Incluso las naciones menos desarrolladas podía hacerse de rifles de una fuente u otra, de modo que los boers, búlgaros, abisinios, marroquíes, incluso tibetanos, podían luchar por su independencia, a veces con éxito. Pero a partir de entonces cada desarrollo en técnicas militares han favorecido al estado contra el individuo, y a la sociedad industrializada contra la subdesarrollada. Cada vez hay menos fuentes de poder. Ya en 1939, solo había cinco estados capaces de librar una guerra en gran escala, y ahora hay solamente tres -quizás, en última instancia, dos-. Esta tendencia ha sido evidente durante años, y fue señalada por algunos observadores incluso antes de 1914. Lo único que podría revertirla es el descubrimiento de un arma -o, para considerarlo con un criterio más amplio, de algún método de lucha- que no requiera grandes concentraciones de parque industrial.

 

(Continuará)

 





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