La reencarnación de Buda en Buenos Aires 5/19/2016
Miguel Ortemberg escritor argentino
Literatura, relatos, narrativa, escritores argentinos

Diferentes puntos de entrecruzamientos en la ciudad forman parte de la novela de Miguel Ortemberg, La reencarnación de Buda en Jonte y  Lope de Vega; este peculiar libro parece tener dos vidas, una es la literaria, la otra,  precisamente en esa esquina.

La presentación del libro se hizo también dos veces, una en la Biblioteca Nacional, la otra en la esquina de Lope de Vega y Alvarez Jonte; en ésta última la ficción se introdujo en la realidad, parte de los personajes de la novela se encontraban presentes.

Los que asistimos a la convocatoria, paladeamos por momentos el clima que formaba parte del relato de la propia novela.

Este texto, con una mezcla de niveles narrativos, trata de la búsqueda, el viaje hacia el aprendizaje, el valor del conocimiento que encuentra su metáfora en las encrucijadas geográficas, esquinas emblemáticas de una Buenos Aires que pervive en la memoria de la ciudad.

Es el relato de la aventura de Tilopa, discípulo de un maestro que desde el Monte Meru decidirán viajar a Buenos Aires a esperar la reencarnación de Buda, que va a ocurrir en El Fortín, la famosa pizzería en la esquina de Alvarez Jonte y Lope de Vega.

El uso del nombre Tilopa parece a propósito de un famoso gurú fundador de una corriente del budismo tibetano, cuyos seguidores lo consideraron el Buda Vajradha. Aunque la novela no tiene la intención de desarrollar la doctrina budista, es profusa en relación al sentido de la búsqueda y filosofía espiritual.

Por continuar con los dobles que la novela sugiere, el Tilopa real, abandona la vida de riquezas para convertirse en mendigo, como medio para alcanzar la iluminación. El Tilopa ficcional abandonará la apacible vida del monasterio para ir a presenciar la reencarnación de Buda; donde se encontrará con su doble, más prosaico, Horacio, en Buenos Aires, que está en una búsqueda también, en su caso, de encontrarse a sí mismo.

Horacio asediado por una tragedia familiar, el asesinato de su padre. A Horacio lo golpea una realidad como si fuera una bola de billar que rebota en las esquinas sin alcanzar a caer por el agujero, la casualidad parece llevarlo por un camino predestinado, las encrucijadas, que ocurren en alguna esquina de Buenos Aires que conmueve la realidad de su mundo.

El texto transcurre entre el Monte Meru,  en Tanzania, montaña sagrada para la cultura Brahmánica; también con su doble, en el Tibet, el Monte Kailas, en el Tibet, morada del dios Shivá; cuya duplicidad sugiere la relación invisible en el contexto espiritual que en la novela se traduce en el diálogos entre maestro y discípulo, y entre Horacio y su entorno; así como en lo que Tilopa cree su equivalente, su doble apócrifo, el Monte Castro y un itinerario que se corresponde con una topografía nostálgica de Buenos Aires a la manera de los hilos invisibles que relacionan las vidas entrelazadas de los personajes que parece dirigirlos hacia un punto geográfico bien definido, El Fortín.

Las acciones importantes, los quiebres, ocurren en las esquinas, intersección entre calles,  metáfora de direcciones opuestas o desavenidas entre sí funcionan como los desvíos propios que la casualidad impone; sin embargo, desde el título parece claro que es todo lo contrario, una dirección necesaria, un encuentro ineludible con las interioridades de Horacio y el propósito general de su vida.

El texto trasmite ecos de voces subjetivas, del sentido de trascendencia, no deja de llamar la atención que el relato toma contacto con una realidad material, descripciones detalladas de la corporeidad de personas, formas de actuar frente a los que se ve en contraposición de la voz transversal del maestro, de la búsqueda.

El narrador se entromete en la historia con explicaciones sobre el entorno, historia, anécdotas, mientras los personajes transcurren en decisiones y acciones, a la deriva de encuentros y entre diálogos, donde los únicos que sobrellevan una perplejidad anímica son Tilopa y Horacio; quizás la situación que los une los convoca y los conecta como para intercambiarse, interviniendo cada uno en el destino del otro, mientras los demás no parecen compartir el dilema frente al futuro o la inseguridad respecto al propósito de la propia existencia.

Hay una vieja leyenda que dice que el Monte Meru fue trasladado de lugar, el objeto fue obtener un néctar de inmortalidad; en el texto, son los personaje los que se trasladan hacia El Fortín, el néctar, la pizza, la amistad como metonimia de inmortalidad.

Todo el contacto con el texto, el autor, el Fortín, me llevó a la sensación de haber entrado en la ficción de la novela, así como para los que vean los videos de la presentación notarán que la ficción se asimiló a la realidad.

 

Fotos Presentación Biblioteca Nacional: https://www.facebook.com/media/set/?set=a.10153537648408861.1073741919.647548860&type=1&l=f036a51e3c

 

Fotos Presentación El Fortín: https://www.facebook.com/media/set/?set=a.10153585220608861.1073741926.647548860&type=1&l=331cb0bb0b

 

Presentación en la Biblioteca Nacional: https://youtu.be/bSLmUdg2dZI 

 

 

Presentación en El Fortín: https://youtu.be/7oksqygqP8A

 

 

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