En 1885 el periodista y escritor greco irlandés Lafcadio Hearn, que por aquellos años vivía en New Orleans, publicó un libro en New York, cuyo mercado original era la ciudad de New Orleans: Gombo Zhèbes. Una antología trilingüe: Creole, francés e inglés; recopilada, traducida al inglés y anotada por él. De 352 proverbios Creole con sus variantes dialectales: Guayana Francesa, Haití, Martinica, Trinidad, Islas Mauricio y New Orleans.
Este libro debe ser uno de los que más he transitado desde que aprendí a leer, incluida gran parte de la obra de Borges y la de Luciano. Las razones de tantas relecturas son dos: desde mi primera lectura de El gaucho Martín Fierro, me encanta la paremiología; la segunda: he traducido y agregado notas a Gombo Zhèbes, me falta terminar el prólogo; pero nunca me conforma mi traducción.
Un dato curioso de esta antología es que muchos de los adagios, más allá de la región de su origen, coinciden en que tienen como protagonista al mono, en concreto: 16. Uno de ellos, y que bien merecería ser el que le dio el título a esta nota, es el proverbio 341 de Mauricio: "Zaco malin, li-méme té montré noir coment voler" (El mono es astuto; le enseñó al negro a robar).
Quizás por su semejanza con el hombre -bien podríamos decir caricatura-, a lo largo de la historia, los monos, sobre todo las variedades más pequeñas, han sido compañía de los humanos; a veces vestidos con ropas farsescas para divertir a sus propietarios y amistades. Los monos de organilleros fueron un lugar común en la vida ciudadana a partir de la segunda mitad del siglo XIX, y no solamente ciudadana porque nuestro Martín Fierro y sus amigo gauchos supieron divertirse con su presencia: "allí un gringo con un órgano / y una mona que bailaba, / haciéndonos rair estaba, /cuanto le tocó el arreo, / ¡tan grande el gringo y tan feo, / lo viera cómo lloraba!"
Pero también están los simios gigantes como el gorila, éste devino actor de cine con todas las versiones de King Kong, cada vez más osadas y de un tono erótico muy soft core, que de alguna manera remiten al cuento "La bella y la bestia". Esta mala prensa de los gorilas viene de la época de los fenicios, cuando Hanon el navegante, dejó constancia de que a esos simios les encantaba violar y torturar mujeres.
Y también tenemos una pléyade de simios literarios, de uno de los más aterradores solo nos queda una pata en el cuento "La pata del mono"; los hay asesinos, el orangután de "Los crímenes de la calle Morgue", filosóficos como El mono gramático de Octavio Paz; "Yzur" el mono del cuento de Lugones que, finalmente aprendió a hablar; sin olvidar a "El mono que quiso ser escritor satírico", de Augosto Monterroso. Además hubo monos pedagos como Kala que adoptó al bebé hijo de los fallecidos lady y lord Greystoke; el hecho de que Kala fuera una gorila nos muestra la visión contradictoria y antagónica que tenemos de estos cuadrúmanos.
Quizás sea por este enfoque ambiguo sobre los simios que caracteriza a sus descendientes, los humanos, es que en nuestras comparaciones y proverbios aparecen frecuentemente, con las mismas contradicciones con que nosotros los vemos. Y quizás el origen de esta mirada de amor-odio sobre los simios venga desde el revuelo que se armó a partir de Darwin, cuya teoría no se la perdonan hasta hoy los antievolucionistas de todos los continentes y tan caros a Trump -una suerte de El mono desnudo, en la interpretación ensayística de Desmond Morris, pero con un bisoñé rubio-. Como ejemplo de esta manera contradictoria de compararnos con los simios tenemos por un lado que, a las chica o muchachos bellos se les dice que son "muy monos"; pero también se puede ser "feo como un mono" o "ágil como un mono"; existe la acusación moralista con aquella elipsis para quienes: se "hacen la del mono"; pero sabemos que "aunque la mona se vista de seda, mona se queda"; además, si alguien es un irresponsable que puede provocar alguna desgracia es "un mono con navaja". Para colmo de ambigüedades está la famosa alegoría de la discreción, los tres monos acuclillados: uno con los ojos tapados -nada veo-, otro con los oídos tapados -nada oigo- y el tercero con la boca tapada -nada digo.
Pero en este lustro donde las selfies ha dado para que tantos imbéciles se maten, provoquen desastres o muertes involuntarias, y destruyan obras de arte, los monos no podían quedar fuera del mundo de los "monos desnudos".
En 2011 David Slatter fotógrafo inglés especializado en fotos de vida silvestre viajó a la reserva de Naruto en Indonesia para dedicarse a fotografiar monos. Aquí empieza la ficción: dice Slatter que dejó la cámara en autofoco y se apartó. Luego de días de espera, el más seguro de los simios: Naruto, de ahora en más un mono fotógrafo, se acercó y apretó el disparador de la máquina con lo cual logró una serie de autorretratos. Todo el mundo sabe que los fotógrafos suelen hacer varias tomas de un mismo hecho o lugar para elegir la que más le agrade. A Naruto no le fue tan mal en su debut, una de sus fotos, convenientemente editada y algo deformada por la toma cercana, se volvió viral y conocida como "la selfie del mono".
Ahora, a fuer de viralizada, la imagen le empezó a dejar dividendos a Slatter, pero Wikipedia la empezó a reproducir y, ante los reclamos del fotógrafo recibió la respuesta que: "era la selfie de un mono y que por lo tanto no había lugar a pagar derechos". Fallo favorable a Wikipedia en Estados Unidos sentenció que los animales no percibían derechos de autor. Y así lo creyeron todos.
Pero, en esta comedia de enredos no faltó otro pícaro, ahora con el nombre de una organización llamada PETA (People for the Ethical Treatment of Animals, Personas para el trato ético de los animales), quien apeló la sentencia e identificó al mono fotógrafo como Naruto. Apelaciones van, apelaciones vienen, PETA, la "apoderada" de Naruto y Slatter llegaron a un acuerdo y fijaron un porcentaje para el mono y otro para el fotógrafo.
Sin embargo, algunas cosas no están del todo claras: en primer lugar, Slatter sostiene que el mono de la foto es una mona, por lo tanto PETA está defendiendo los derechos de un impostor. Pero quedan otras en el tintero, cuando Naruto muera, ¿a quién pasarán sus derechos? Suponiendo que tenga hijos ilegítimos, ¿quién velará por su parte?
Vuelvo al proverbio 341, pienso en Lafcadio Hearn y en su ácido humor como periodista y ensayista; y me lo imagino, de estar vivo en estos momentos, creando una variante: "Zaco malin, li-méme té montré PETA coment voler".