Que en un diario Brasileño, en tapa y letras grandes utilice la expresión: “la fuerte propensión de la Argentina al error”, es acomodarse a algún convenio con los medios que ya sabemos, sistemáticamente busca estas “opiniones” que le harán vender más diarios.
Hay algo de morboso en el argentino común a apoyar, pero quejarse igual, dar el voto, pero advertir que no está convencido, ser K, pero no serlo.
Yo también, claro, soy argentino.
No saldré corriendo a comprar dólares, y se nota que los que llenan las pantallas en el cholulaje periodístico de argentina no encontraron otro Fort para darle la lata a la gente y la tienen con miles de especulaciones.
Nos quieren convertir en contadores a todos, la fórmula, en el fondo, es la misma: compren dólares muchachos que el mundo se acaba.
Es real, y estamos conscientes que los mercados ganaron la pulseada, que el gobierno no tiene dominio sobre el control de precios y que son los dueños de la situación, no me esperaba que un gobierno tan fuerte, con tanto apoyo popular, no pudiera torcerles el brazo a las multinacionales que son las que suben los precios a rolete, y la que siembran la situación de devaluar el peso.
Lo sabemos, lo sufrimos, las odiamos, pero si un gobierno con todo este poder, no puede cambiar las cosas, ¿cómo se hace?
Se hace con capacidad interna, pero ¿dónde están los capitales que provean esa capacidad?, en las mismas manos que provocan el problema.
¿Será que seguiremos siendo una colonia de los norteamericanos?, me niego a creer que no se pueda hacer algo.
Ahora entiendo un poco más la política de Venezuela, mientras que tenía a ese país como un régimen seudo dictador, ahora comprendo el tremendo valor y profundo patriotismo con que Chavez enfrentó los poderes que los tenían colonizados.
Nosotros leemos los diarios y noticias de los que intentan encender la misma mecha en el árbol que abona Brasil, y creemos que Venezuela es un infierno, pero en realidad, está mostrando un método al mundo: cómo sacarse de encima a los que pretenden ser los amos, mostrarle al mundo como desesclavizarse. Tiene su costo y tanto Cuba, en su momento, como ahora y en Venezuela, pagan ese precio.
Esta opinión les resultará urticante a muchos, pero es una realidad.
Me estoy empezando a preguntar qué puedo yo hacer, porque está claro que los gobiernos con nuestras quejas no pueden, sin ellas, tampoco, la intención y la sustancia está. Cómo la usamos. Esa es la pregunta que me hago.